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¿Por qué nos gusta viajar?

Escribo esto desde un avión donde se me apagaron los audífonos y las personas a mi lado no hacen silencio por un segundo; voy con hambre y camino a un lugar muy poco atractivo (un campo de un estado en el medio del país). Sin embargo, voy y vuelvo feliz de hacer este viaje, que es de trabajo.

En las listas de “cosas que quiero hacer” de la mayoría de personas, está que quieren viajar. Gastar en vuelos, horas buscando las mejores opciones de lugar, empacar, buscar quién te cuide el perro, montarse en un avión tal vez en el asiento del medio, etc. Pasamos docenas de situaciones incómodas en el proceso del viaje en sí.

Claro, a donde vamos, idealmente será un gran lugar que queremos conocer o visitar de nuevo, nuevas experiencias, tal vez bucear o hacer otras actividades entretenidas. Pero hasta en el proceso de lograr todo eso se pasan muchas otras situaciones incómodas.

A donde uno va ya vive gente, y esas personas seguramente quieren viajar al lugar de donde uno viene.

¿Por qué nos atrae tanto la idea de viajar? Debe haber algo más. No tengo la respuesta a esto, pero siempre me ha causado curiosidad. Mi temporal conclusión: la libertad que se siente el ir a un lugar mucho más lejos de donde vivimos; lo que representa el poder hacer ese viaje (que financieramente lo pudimos pagar); los posibles ‘lujos’, como comer todas las comidas en restaurantes o quedarte en un hotel, y poder sentirnos como los adultos “exitosos” (al menos financieramente) que desde chiquitos siempre oíamos que “viajan mucho”.

Tal vez estamos mejor siempre en casa, pero así nunca conoceríamos otras personas, otras culturas, lo que los hace abrirnos más a nuevas oportunidades y a ser mejores personas, por desarrollar más el sentido de empatía.